Esta semana, la Presidenta Michelle Bachelet entregó el detalle de lo que será el Proceso Constituyente, noticia esperada por la gran mayoría de los chilenos debido al anhelo y la necesidad imperante de contar con una Carta Magna originada y diseñada en democracia, que no tenga problemas de legitimidad de origen, y que cuente con la participación de todos los ciudadanos.
Dicho proceso se iniciará con una etapa de educación cívica constitucional hasta marzo de 2016. A partir de dicho mes, se hará un proceso ordenado de diálogos ciudadanos y cabildos, iniciado en comunas, que concluirá con una síntesis a nivel nacional. Seguido de aquello, en octubre de 2016 se le entregarán a la Presidenta Bachelet los documentos de dichas bases ciudadanas, que serán utilizado en la redacción de una nueva constitución.
Cuestión importante es que para asegurar que los diálogos se realicen de manera transparente, entrará en funciones un consejo de observadores para dar garantías de transparencia y supervisar el desarrollo de este proceso. Durante el segundo semestre de 2016 se enviará una reforma que habilite al próximo Congreso a decidir el mecanismo en que se discutirá el proyecto de cambio a la Constitución.
Para el segundo semestre de 2017 la Presidenta enviará al Congreso el proyecto de nueva Constitución. Posteriormente, el Parlamento elegido a través del nuevo sistema electoral establecerá el mecanismo constituyente, el que podrá ser a través de una comisión bicameral, una convención constituyente mixta de parlamentarios y ciudadanos, la convocatoria a una asamblea constituyente o un plebiscito. Finalmente, un plebiscito vinculante ratificará o rechazará el proyecto definitivo.
Que haya educación cívica, que haya participación ciudadana y sea un mecanismo institucional es cumplir la promesa que hizo la presidenta Bachelet en campaña. Lo más relevante es que existen plazos predeterminados, para que efectivamente la gente nos pueda cobrar la cuenta y podamos cumplir con el compromiso de tener una nueva constitución.
Me parece absolutamente razonable que sea el Congreso Nacional el que defina el camino por el que vamos a transitar.
Sin embargo, hoy estamos con muchos proyectos sociales, con una agenda muy exigente de reformas estructurales, tanto sociales, políticas y económicas, lo que hace muy difícil poder llevar a buen puerto un proceso complejo como es la creación de una nueva constitución. Por estos motivos, me parece legítimo que sea el próximo parlamento, elegido sin binominal, el que defina cual va a ser la constitución que nos va a regir, como techo común a todos los chilenos.
Algunos han planteado su preocupación por el hecho que en un futuro no se sabe con certeza como estará compuesto el nuevo congreso. La democracia es un estado permanente de incertidumbre. Cuando uno pierde el apoyo, pasa a ser minoría, y esa es la gracia de la democracia. Si uno lo hace bien, sigue siendo mayoría, si uno lo hace mal, pasa a ser minoría. Esto es positivo, acá no hay statu quo, a diferencias de una dictadura o un régimen autoritario.
En las democracias hay cambios. A lo único que tenemos que temerle es a actuar con las puertas y las ventanas cerradas. Al contrario, tenemos que abrir las puertas y ventanas para que entre aire fresco y podamos producir los cambios que el país está esperando, cambios como esta nueva constitución, una carta fundamental nacida y diseñada en democracia.