La Quinta versión del Congreso del Futuro ha sido una instancia muy necesaria para que la ciencia y nuestro país puedan acercarse de manera definitiva al desarrollo y a la producción de conocimiento del más alto nivel.
Sin lugar a dudas, esta actividad se ha convertido con el paso de los años en un evento imperdible para todos aquellos que creemos que el desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica debe ser promovida y facilitada en las agendas gubernamentales, otorgándole un marco y un entorno acorde a los desafíos que como país nos hemos planteado y para los que estamos convencidos también de que el desarrollo de la ciencia es el camino que deben elegir los países para mejorar la calidad de vida de sus habitantes y lograr una mayor equidad social.
Sin embargo, el desarrollo científico de nuestro tiempo debe ser discutido y debatido por las sociedades, vinculado estrechamente a criterios éticos y a un imperativo de responsabilidad social. Por esto es que iniciativas como el Congreso del Futuro son tan necesarias actualmente.
Si bien los desarrollos científico-tecnológicos han mejorado notablemente la calidad de vida de los seres humanos, no han evitado situaciones de crisis como las que han afectado y afectan incluso a los países más desarrollados, impactando en las economías de gran parte de las naciones del planeta.
Hago esta afirmación para no caer en la tentación de atribuir exigencias desproporcionadas y erróneas en cuanto a que los avances científico-tecnológicos por si solos terminarán con la pobreza, el subdesarrollo y las desigualdades presentes en la actualidad.
Hoy los pronósticos del crecimiento mundial y nacional no son optimistas. ¿Cómo entender, entonces, la relación ciencia-tecnología-desarrollo para rescatar de ella una fuerza sinérgica virtuosa?
En principio, podemos concluir que la tecnología no es una variable independiente de las situaciones políticas, culturales y económicas que puedan ser obstáculos para el desarrollo, por lo que vale la pena insistir en que el desarrollo de ciencia no puede distanciarse de la ética pública.
Este Congreso del Futuro tiene especial relevancia en nuestros días, en los que el desarrollo tecnológico y distintas innovaciones han planteado nuevos desafíos al conocimiento, desde aspectos microsociales como la educación de nuestros hijos, hasta encrucijadas que afectan el orden y la estructura a nivel social.
Temas como la inclusión digital y la incidencia de las tecnologías de la información y la comunicación son claves para la construcción de conocimiento en las sociedades contemporáneas, por lo que resulta fundamental comprender esta inclusión desde el punto de vista de una sociedad altamente globalizada que, sin embargo, aspira a defender su identidad cultural. Por esto es tan importante comprender los conflictos que el desarrollo tecnológico plantea y debatirlos adecuadamente como una sociedad madura y democrática.
No cabe duda que la inversión en ciencia básica requiere ser aumentada y las capacidades tecnológicas enriquecidas, potenciando la tecnología que pueda ser elaborada en nuestro país y disminuyendo las barreras regulatorias y legales que podrían afectar esta producción. Ampliar el número de investigadores por habitante, y fomentar la capacidad innovativa en las empresas y el sector privado en general, son otros de los desafíos que nos hemos planteado como legisladores.
A partir de estos retos pendientes, es que hemos venido planteando la necesidad de contar prontamente con un Ministerio de la Ciencia y la Tecnología, que esta semana fue anunciado por la Presidenta Bachelet, que complemente lo hecho por CONICYT durante todos estos años y que, además, genere un entorno favorable a una cultura científica y de valoración de conocimientos que tenga la capacidad de mantener políticas de largo plazo. De esta forma, convertiremos a la ciencia, la innovación y la tecnología en pilares permanentes de nuestro país y sus desafíos de crecimiento, desarrollo y bienestar.
Junto con robustecer la arquitectura institucional en Ciencia y Tecnología, creo que el desarrollo de nuestro capital humano juega un rol preponderante. Por ello, debemos fomentar la constante capacitación y aprendizaje de nuestros científicos, enriqueciendo sus capacidades humanas en la forma en que se ha venido haciendo hasta la fecha, posibilitando que realicen estancias en instituciones nacionales e internacionales en equipos multidisciplinarios en ciencia, tecnología e innovación, capacitándose en materias tan importantes como la robótica, la energía, el cambio climático y las tecnologías de la información, entre muchas otras.
Nuestro trabajo legislativo debe abogar por que el marco normativo que rodea a la tecnología a la ciencia y a la innovación la estimule en lugar de restringirlas, las potencie y les asegure un espacio adecuado para su desarrollo. Debemos ser conscientes que la innovación tecnológica será la gran conductora del Chile del mañana y la responsable de la construcción de un país más equitativo, menos desigual y más solidario.
El Congreso Nacional es el lugar idóneo para acoger el debate que contribuya al Chile del futuro. Por ello, los legisladores; diputados y senadores tenemos una obligación adicional que es hacer del trabajo legislativo un proyecto inclusivo en el cual la sociedad civil también se sienta llamada a participar.
No es una tarea fácil pero en el año 2015 hemos dado pasos importantes en este sentido y estoy seguro que este nuevo año continuaremos tomando las decisiones adecuadas y necesarias para avanzar en la transparencia e integridad del parlamento.
En este esfuerzo, el Congreso del Futuro es también una insustituible herramienta que perfecciona la tarea legislativa, aportando conocimiento de alta calidad, haciendo visibles puntos de vista multiculturales e interdisciplinarios, colaborando en la formación de legisladores informados y de una sociedad civil madura y atenta al debate legislativo, para que en conjunto construyamos un Chile que invierte en su ciencia y en su gente; un Chile tan innovador como inclusivo.