Ayer se dio a conocer la indignación de unos padres que fueron multados porque sus hijos juegan a la pelota en el estacionamiento de un edificio de Quinta Normal, porque el ruido molesta a los vecinos. El fin de semana pasado, una fiesta de cumpleaños se le escapó de las manos a un vecino de un condominio de Pudahuel, lo que terminó en una gigantesca pelea a cuchillazos. En mayo, un hombre le cortó con un sable una mano a su vecina de Maipú, por conflictos que se arrastrarían hace años.

¿Sabía que existe una alternativa no judicial para resolver problemas con sus vecinos? Aunque su desarrollo es aún incipiente, los Centros de Mediación Comunitaria y/o Vecinal son una buena fórmula para resolver diferencias.Sin llegar a estos extremos, día a día muchas personas deben lidiar con las diferencias que se producen al vivir en comunidad. Así, problemas con ampliaciones, cierres, gastos comunes, arriendos, ruidos molestos, basura y mascotas, son solo una pequeña fracción de los temas que se deben resolver en barrios de todo el país.

Entendiendo que las disputas entre vecinos son algo cotidiano y que diferencias no resueltas pueden escalar hasta afectar la calidad de vida y sensación de seguridad de un determinado lugar, es que existen en nuestro país los Centros de Mediación Comunitaria y/o Vecinal, algunos pertenecientes a las Corporaciones de Asistencia Judicial y otros vinculados a las municipalidades.

“La técnica de la mediación se ha ampliado en Chile desde espacios tradicionales como el escolar o el familiar, a otros menos habituales como el laboral e incluso el comunitario o vecinal. Sin embargo, en este último ámbito, su utilización hoy es muy incipiente y reviste desafíos a la institucionalidad y a quienes la operan en el marco de la nueva gestión pública”, comenta el secretario de estudios de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico, Christian Quinteros Flores.

Pese a su utilidad, estos centros de mediación son insuficientes y poco difundidos. La Corporación de Asistencia Judicial cuenta con once Centros de Mediación Vecinal a lo largo del país; el Ministerio de Justicia ha implementado en Santiago, como proyecto piloto, cuatro Unidades de Justicia Vecinal; mientras que en la Región Metropolitana existen sólo dieciocho Centros de Mediación Municipales, más algunos pocos en regiones, en alianzas con corporaciones o fundaciones, o con financiamiento del Fondo Nacional de Seguridad Pública del Ministerio del Interior.

“La mediación comunitaria y/o vecinal aparece en este senti­do como una oportunidad de ampliar la libertad de las personas para controlar y mejorar sus propias vidas, exigiendo mejores conductas para la convivencia social y estableciendo un marco regulador donde el ciudadano participe directamente en la resolución de sus asuntos públicos, sin necesidad en algunos casos de ‘judicializar’ los conflictos o diferencias con otros”, señala Quinteros.

“El Estado podría potenciar el espacio ciudadano fortaleciendo las habilidades mediadoras de sus vecinos y creando o facilitando la creación de centros comunitarios de mediación, con profesionales especializados. Estoy convencido de la importancia de lo comunitario y lo local como espacio decisional, pues los sujetos aprenden los hábitos sociales y culturales que después proyectarán a través de conductas en otros espacios sociales más amplios y complejos”, plantea el docente de Trabajo Social de la U. del Pacífico.

Pero Christian Quinteros dice que actualmente no existe un procedimiento estandarizado para constituir un centro de mediación comunitaria. “Hoy, tampoco se aprecia un camino formal para presentar proyectos a los municipios; esto depende en gran medida de la capacidad emprendedora de eventuales interesados en generar una oficina de mediación comunitaria y de la voluntad política de la autoridad comunal”, precisa.

Aun así, los nuevos escenarios sociales hacen favorable la consolidación de un sistema de justicia vecinal que incorpore progresivamente esta metodología. “La responsabilidad en el conflicto, no solo individual sino también de actores u organizaciones dentro de la comunidad, fortalece una cultura comunicativa y de diálogo a nivel comunitario y disminuye la vulnerabilidad social de las personas, ya que se vincula con su posibilidad de asociatividad y fortalecimiento de la sociedad civil”, afirma el especialista.

Si bien la mediación comunitaria actualmente es una alternativa no jurídica, basada en el acuerdo entre vecinos facilitados por un equipo profesional, Quinteros asegura que “abre enormes posibilidades de justicia cercana y al alcance de todos. La mediación comunitaria aparece como un buen recurso para la inclusión social de los grupos más desfavorecidos al acercarlos a una adecuada y razonable sensación de mayor justicia”.

La importancia de resolver los conflictos vecinales

El docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico, Christian Quinteros, explica que el conflicto comunitario vecinal emerge en los ámbitos más próximos a la vida de las personas, asociado a la convivencia o coexistencia en un espacio territorial significativo para alguna de ellas.

“Los conflictos comunitarios causan algún grado de tensión a nivel familiar y vecinal. Sin embargo, no son el resultado de un comportamiento objetivo, ya que además de los fines concretos que los adversarios persiguen, se encuentran sus interpretaciones o percepciones de lo que está en disputa. Por lo tanto, el conflicto aparecerá, si las partes así lo deciden, con independencia de que existan o no bases objetivas para sustentarlo, lo que dificulta su resolución y la cooperación de los involucrados”, advierte Quinteros.

De ahí la importancia de buscar formas de solución, donde los centros de mediación emergen como una excelente alternativa, ya que generalmente están compuestos por profesionales de distintos campos disciplinarios, tales como el derecho, la sociología y el trabajo social, entre otros. “En la situación en que no sea posible lograr la estabilidad de acuerdos alcanzados con base en el diálogo, es común que se reclame a alguien que garantice el cumplimiento de un posible pacto, para que sea perdurable, y ante el temor de que la otra parte no lo respete”, concluye el docente de la Escuela de Trabajo Social de la U. del Pacífico, Christian Quinteros.