Se avecina una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer entre tiempos convulsionados que urgen por transformaciones sociales profundas que acaben con las desigualdades y estereotipos de género que continúan violentando a mujeres y niñas, jóvenes y adultas, que no tienen el privilegio de escribir estas palabras.
No podemos seguir diariamente contando las cifras de quienes mueren en manos de sus agresores, de quienes no tienen la oportunidad de estudiar o de quienes continúan desarrollando trabajos informales, que precarizan sus vidas y las de sus hijos e hijas.
Debemos denunciar a una sociedad que mandata e insiste en que el cuidado es femenino, que condena a las mujeres y madres solteras, más no a los hombres y padres ausentes.
Especialmente cuando la jefatura de hogar femenina alcanza a más del 40% de los hogares en Chile, feminizando no sólo los cuidados, sino también la pobreza.
Especialmente en un escenario de crisis sociosanitaria que agudiza la crisis de los cuidados y la vulneración de los derechos de las mujeres.
Precariedad, fragilidad, vulneración, subordinación, son vivencias reales y no solo acepciones con que se categorizan las historias de vidas de muchas mujeres.
Es tiempo hoy, no mañana, de fisurar y romper el triste legado con que nos aprisionan el patriarcado y la masculinidad hegemónica.
Que ser mujeres, niñas, viejas, madres, migrantes, afrodescendientes, lesbianas, no sean motivos de discriminaciones múltiples, sino orgullos que encarnar y representar.
Que la sororidad no sea la única defensa que tengamos, que no debamos decirles nunca más a nuestras hijas que se cuiden porque ser mujeres sea una debilidad en una sociedad que no le enseña a los hombres que sin consentimiento NO se toca y que las mujeres NO somos propiedad de nadie.
Que no solo nos cuidemos nosotras, que nos cuide el Estado, la cultura, la sociedad, nuestra sociedad. Que nunca más una mujer deba morir porque la violencia se ha hecho costumbre y no exista espacio para su dignidad y para su vida.
Entonces que el 8M sea un día para deconstruir los privilegios de género, para sororizar y para resistir entre todas y por todas.
Ya lo decía Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, se llega a serlo”, es decir, ser mujer es una construcción moldeada y performada por la cultura y la sociedad a través de normas y discursos reguladores de género que privilegian lo masculino y subyugan a las mujeres.
Pero si esa construcción nos oprime, nos limita y nos violenta, es hora de desmontarla y deconstruirla, especialmente por quienes y para quienes no pueden hacerlo.
“Que nada nos limite, que nada nos defina, que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia” (Simone de Beauvoir).
Que ser mujeres sea un privilegio en Chile, en Latinoamérica y en el mundo entero.