Los hermanos Elgueta y Eurolatina, la francesa Gilberte Van Erpe y sus quesitos, son sólo algunas de las grandes estafas masivas que han sacudido a Chile. Ahora AC Inversions se suma a la lista, al defraudar a más de cinco mil personas, prometiéndoles rentabilidades soñadas en el mercado nacional. Los dueños de la empresa de inversiones, Patricio Santos, Carlos Santos y Rodolfo Dubó, fueron formalizados hoy, mientras que sus víctimas buscan desesperadamente cómo recuperar su dinero, que ascendería a $32 mil millones.
¿Por qué los chilenos seguimos cayendo en estafas, a pesar de la gran información disponible en internet y de lo mediático de estos fraudes?
“En Chile está la idea ilusa de querer ‘pegarle el palo al gato’, de tener un golpe de suerte. Es una fantasía sostenida en nuestra cultura, que tiene que ver con la cosa rápida, fácil, sin esfuerzo. Como país estamos identificados con la carencia, es decir, con que algo nos falta. Estamos identificados con el abuso, y en este contexto cultural y político donde esto se hace evidente, cualquier propuesta que te haga salir de ahí uno la toma. No importa si es ilegal, porque la persona quiere ser reparada. Hay una especie de necesidad de restituir ese derecho, de decir ‘ahora voy a tener lo que yo merecía’. Somos un país donde los niveles de insatisfacción, desesperanza y de estrés laboral son altísimos, por lo que estas propuestas encajan con esa necesidad de ‘tener lo que merezco’”, indica la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Marcela Richaud Romo.
El gran fraude de AC Inversions afectó a 5 mil personas en todo Chile. ¿Por qué los chilenos siguen siendo víctimas de fraudes masivos? ¿Tenemos algo que nos haga ser más proclives a caer en este tipo de engaños? Una psicóloga explica por qué este tipo de episodios se repite frecuentemente en nuestro país.Para la psicóloga, a pesar de todas las advertencias e información disponible, las estafas en Chile y en el mundo seguirán pasando. “La estafa se inserta en características humanas compartidas por todos. La estafa es un espacio al que todos estamos expuestos, es decir, todos podemos ser estafadores o estafados en determinados momentos. Por ejemplo, cuando a la gente le pasan mal el vuelto y no lo devuelve, cuando vende un objeto al triple del valor, etc., todas esas conductas son de pequeños estafadores”, explica.
El perfil del estafado
Aunque los especialistas aseguran que no hay un perfil psicológico específico, sí hay ciertas características comunes entre las personas estafadas que se pueden identificar. “La propuesta del estafador engancha con los sueños internos de cada persona. Nadie le mete una idea a la fuerza a otro. Es decir, no es solamente el poder de convencimiento del embaucador, sino que lo que dice hace eco y resonancia en los estafados. Ante cualquier duda o pequeña señal de alerta, es la persona la que construye nuevas ideas que sostienen esa fantasía mayor”, explica la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Marcela Richaud Romo.
Las altas rentabilidades prometidas hacían de AC Inversions una propuesta muy interesante para personas que buscaban ganar dinero de manera expedita. Muchos vendieron propiedades y pidieron créditos para ingresar más capital al negocio. Hay familias completas estafadas, ya que los buenos resultados se traspasaban rápidamente boca a boca, invitando a amigos y familiares.
“No es solamente ambición, sino que tiene que ver con las cadenas de confianza. Si veo que toda mi familia está metida y que mis padres, en quienes confío y respeto, arriesgan y venden propiedades por esto, entonces yo también confío y lo hago. Además, es muy importante rescatar que esto se mantiene en un espacio de secreto, es decir, las personas se lo contaban a sus más cercanos, porque esta ‘ganga’ es para ellos y sus seres queridos. Ahí el estafado hace una alianza secreta con el estafador, donde los dos buscan lo mismo: ganar, o en buen chileno ‘pegarle el palo al gato’”, recalca la psicóloga.
La mayoría de las estafas tienen este componente de secreto, donde los miembros sólo se lo dicen a pocas personas queridas; no es algo de conocimiento público. “Si la persona tiene alguna sospecha de que el negocio puede ser ilegal, medio secreto, no le importa porque las ganancias serán para ella y su familia. Se crea entonces una fantasía o ilusión compartida que sustituye la realidad”, comenta la académica de la U. del Pacífico.
Cuando los pagos comenzaron a retrasarse en los meses de noviembre y diciembre, unos pocos sospecharon y decidieron salirse. Pero la mayoría continuó a pesar de esta señal. “No es que las personas no hayan pensado alguna vez que era una estafa, sino que el deseo fue más grande. Ahí es cuando se convencieron a sí mismos. ‘Yo le creo al otro porque me conviene creerle’, es decir, enganchan en la posibilidad de aprovechar una tremenda oportunidad”, dice la especialista.
La ambición de conseguir lo que creen que se merecen es una de las razones de que las personas sigan cayendo en el cuento del tío. “La gente cae ahora y seguirá cayendo porque es una dimensión de la humanidad. En un tiempo más aparecerá otro que venderá otra fantasía a un público nicho y los estafará de nuevo. La persona no se engancha de un análisis racional, sino que lo hace desde la pasión y desde una carencia. Cuando uno está identificado con la pasión, uno deja de ver, hay ceguera”, señala la psicóloga Richaud.
A pesar del poder de convencimiento y seducción de los dueños de AC Inversions, es necesario hacer una reflexión. “La culpa no es sólo del que estafa, sino de todos nosotros. Es una invitación a mirarse a sí mismos y como sociedad. No es que sea una persona la mala. Todos tenemos responsabilidad cuando ocurre algo así. Hay que preguntarse cuánto se hace cargo cada uno de su lado estafador, cuál es la carencia que te puede hacer caer en algo así”, concluye Marcela Richaud Romo, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.