Esta semana participé en el seminario “Descentralización Ahora”, iniciativa organizada por la Fundación Chile Descentralizado y que contó con la participación de parlamentarios, ministros y diversas organizaciones que están relacionadas a esta temática.
Cuando hablamos de descentralización, nos referimos a un tema de alta relevancia pública; Chile es uno de los países más centralizados del mundo y descentralizar aumenta la legitimidad democrática de las acciones del Estado.
Pero no solo eso; descentralizar es generar más y mejor democracia local, lo que impacta directa y positivamente en los procesos de rendición de cuentas hacia la ciudadanía e incrementa la transparencia en la gestión pública.
La administración política del territorio es sin dudarlo una de las tareas más importantes para el Estado y exige avances simultáneos en lo político, lo administrativo y lo fiscal.
Por ello, es necesario potenciar la sintonía entre realidades particulares, tradiciones históricas y subjetividades locales que componen horizontes complejos de desarrollo, con distintas vocaciones y ventajas comparativas, sin perder de vista la perspectiva nacional de la política de administración unitaria de nuestro país, enfrentando con más y mejores herramientas la presión centralista de destinar burocracia a las regiones y mantener el control político en la capital como históricamente ha sido.
Actualmente nadie podría desconocer la imperiosa necesidad de avanzar hacia una administración política del territorio que otorgue mayores niveles de autonomía a las regiones en variados campos: las decisiones de inversión de recursos tanto propios como los recibidos del gobierno central, la ampliación de escenarios de participación y democracia local para elegir a las principales autoridades regionales.
Sin embargo; hay que decir que esto es necesario pero no suficiente: Las regiones pueden y deben ser protagonistas de su propio desarrollo!
En este sentido, urge fortalecer a las regiones con políticas públicas que integren el enfoque territorial estableciendo mayor participación en la toma de decisiones para facilitar un desarrollo socioeconómico equilibrado y equitativo en su interior, estimulando potencialidades, disminuyendo la desigualdad y potenciando el crecimiento sustentable a nivel regional y nacional.
Afortunadamente, hoy la descentralización es un compromiso y no solo una declaración de buenas intenciones. Espero que en un breve plazo podamos discutir en el parlamento las iniciativas descentralizadoras que nos permitirán renovar la arquitectura regional de Chile y que se fundamentan en tres ejes esenciales:
En primer término la elección directa y democrática de los intendentes (ojalá el 2016) que ubica en la prioridad de las preocupaciones del intendente los problemas de la región y sus electores, cuestión que colabora directamente en la consolidación de la legitimidad de las autoridades locales.
En segundo lugar; el traspaso efectivo de competencias desde el nivel central a las regiones, haciendo una distinción real entre desconcentración y descentralización.
Y en tercer lugar, una nueva estructura de financiamiento para los gobiernos regionales que incluya nuevos fondos que operen simultáneos al FNDR, apuntando a legítimas aspiraciones de las regiones respecto que las riquezas producidas en ellas se queden mayoritariamente en ellas.
Creo que es el momento propicio para aunar esfuerzos, voluntades y esperanzas para avanzar sin temor en una agenda descentralizadora que disminuya progresivamente las inequidades y el centralismo atávico de nuestro país, liberando las fuerzas creadoras y productivas de las regiones.
Esperamos prontamente iniciar el debate parlamentario de estas reformas pues hay mucho en juego para nuestro proyecto democrático: gobiernos locales y regionales fuertes con capacidades y recursos para ejercer sus competencias. Eso significa más y mejor democracia; descentralizada y participativa. Lo dije el 11 de marzo al asumir como Presidente del Senado, lo repito hoy día: O Chile se convierte en un país descentralizado o jamás será un país desarrollado.