Con la globalización y la necesidad del acceso inmediato a la información, el profesional de la traducción ha tenido un rol relevante y necesario para mantenernos siempre actualizados.
Durante la 'pandemia', ¿cómo habríamos logrado que la información requerida para los avances en tecnología, salud y políticas públicas estuviera disponible en tantos idiomas con la rapidez que se amerita? Aunque la tecnología ha sido una gran aliada en estos tiempos de crisis, hasta ahora, los traductores automáticos, aquellos servicios destinados a traducir textos de una lengua a otra con la ayuda de la 'inteligencia' artificial, como Google Translate, no han probado ser suficientes para enfrentarse a estos contextos en los que prima la novedad y el dinamismo.
Si bien en algunos ámbitos se espera que nuestro trabajo como profesionales de la traducción pase desapercibido para destacar al autor original, esto da cuenta de la complicada y valiosa tarea a la que nos enfrentamos: crear, en esencia, una obra nueva a partir de una existente. Entonces, ¿por qué una labor que busca crear un enlace entre distintas personas y culturas debería condensarse a la invisibilización?
Si asumimos la responsabilidad de traducir un mensaje que originalmente no nos pertenece, ¿realmente traicionamos al autor original por adaptar su mensaje y transmitirlo o nos transformamos en sus aliados para impulsar su éxito sin importar las fronteras?
En estos dos últimos años el mundo ha necesitado más que nunca a los profesionales de la traducción. Para sorpresa de algunos, hemos estado ahí, pero siempre desde nuestra posición invisible e intangible.