Durante los últimos días, las declaraciones del ex conscripto Fernando Guzmán nos han hecho revivir uno de los casos más emblemáticos y brutales de la dictadura de Augusto Pinochet.
Veintinueve años después, hemos confirmado lo que realmente sucedió en el caso de Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri. Ellos fueron quemados vivos por un grupo de militares y conscriptos luego de participar en una protesta, para luego, en estado de gravedad y con quemaduras en gran parte de su cuerpo, ser abandonados en un sitio eriazo en las cercanías del aeropuerto. Carmen Gloria vivió; Rodrigo no soportó las graves heridas.
Esta semana me pude reunir con Carmen Gloria. Me impresionó la claridad y lucidez que tiene. Ella dice que cree en la reconciliación, pero que primero hay que avanzar en verdad, en justicia y arrepentimiento, para después pensar en la reconciliación.
Pero más allá de ser sólo el recuerdo de un hecho doloroso para una sociedad que fue golpeada por un terrible régimen autoritario, es una luz de esperanza para terminar con los mal llamados “pactos de silencio” y de una vez por todas acceder a la verdad sobre miles de casos de violaciones a los derechos Humanos que se mantienen en la más oscura impunidad.
Los pactos de silencio son simples arreglines espurios para encubrir a los violadores a los derechos humanos, ya sean uniformados o civiles. Por eso es importante reforzar el llamado para terminar con esta práctica, porque nadie puede vivir tranquilo teniendo problemas de consciencia, al haber enfrentado el tema de los derechos humanos con silencio, mentira y encubrimiento.
A raíz de estos últimos acontecimientos, diversas han sido las voces que han pedido eliminar el secreto que pesa sobre las declaraciones contenidas en el informe de la comisión Valech.
La Comisión se origina por disposición del Ex Presidente Ricardo Lagos mediante Decreto 1.040 de fecha 26 de Septiembre del año 2003, y tuvo como fin esclarecer la identidad de las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas por actos de agentes del Estado o de personas a su servicio, en el período comprendido entre el 11 de Septiembre de 1973 y el 10 de Marzo de 1990.
El artículo quinto del referido decreto señala que todas las actuaciones que realice la Comisión, así como todos los antecedentes que ésta reciba, tendrán el carácter de reservados, para todos los efectos legales.
Uno de los fundamentos de la confidencialidad obedece, entre otras, al compromiso formal del gobierno de la época con las víctimas que concurrieron a dicha instancia a prestar su testimonio. En tal sentido, quienes aún defienden esta postura recalcan que el hecho de la existencia de la confidencialidad no obstaculiza las investigaciones que puedan desarrollar los órganos jurisdiccionales, por cuanto las mismas víctimas son quienes deben aportar los antecedentes para ello.
Existe toda la voluntad política para avanzar en verdad y justicia, que son elementos indispensables para que haya arrepentimiento y reconciliación.
Además, el próximo lunes tenemos una reunión con parlamentarios de todos los sectores políticos donde participará Carmen Gloria. Ahí queremos establecer un nuevo impulso a la agenda de derechos humanos, no por venganza, sino para permitir que las futuras generaciones de Chile sepan lo dramático y doloroso que es enfrentar violaciones a los derechos humanos como las que enfrentamos en la dictadura, porque queremos que nunca más en chile se vuelva a cometer ese tipo de atrocidades.
A mi me encantaría, ahora que se va a restablecer el ramo de educación cívica en el colegio, que Carmen Gloria pudiera contar su experiencia a los niños y a los jóvenes y también, porque no, a las escuelas matrices del ejército de Chile, y así las nuevas generaciones sepan que en algún momento en nuestro país reinó el odio y la intolerancia, para que no volvamos a tropezar con la misma piedra y aprendamos de los errores cometidos.
Las declaraciones del conscripto Guzmán dejaron claro que esta es una herida que aun no cicatriza y que cada cierto tiempo se hace sentir con fuerza en nuestra sociedad. Es necesario que avancemos, pero para eso, es imperioso que aquellos que tienen información la den a conocer, y así también, se liberen del peso de la consciencia. La reconciliación exige verdad y justicia, elementos necesarios para calmar el dolor y sanar esta herida que no cierra.