Si bien la temporada de incendios forestales comenzó más tarde de lo previsto, debido al aumento en las precipitaciones durante el invierno de 2022, rápidamente surgieron hacia fines de año olas de calor, que provocaron emergencias más voraces y agresivas, que nos tiene en alerta.
El trabajo de las empresas forestales agrupadas en la Corporación Chilena de la Madera —Corma y la Corporación Nacional Forestal— Conaf, para enfrentar estos siniestros, se visualizan a través de las centrales de detección de ambas entidades y luego se canaliza la información oficial a través del organismo estatal.
Lo que hemos detectado durante estos últimos meses y que se ha transformado en una preocupación adicional, son los incendios con múltiples focos al inicio, como los registrados hace algunos días, en 20 puntos diferentes en la comuna de Lebu o los recurrentes siniestros en Tomé, donde se encontraron velas en distintos lugares de un bosque, durante 3 días seguidos y a un kilómetro de la comunidad.
En Chile los incendios son casi en su totalidad provocados por las personas, por negligencia o intencionalidad y es acá donde tiene que actuar la justicia. Estos incendios no vienen del aire, son iniciados por ciudadanos como nosotros, que tienen alguna motivación.
Hay muchas personas que viven cerca de un bosque y que quieren seguir viviendo tranquilos, sin riesgo de sus vidas. Con ellos, hemos mantenido un trabajo en materia preventiva todo el año, aspirando a generar un cambio cultural y en especial, a que se debe denunciar si sorprenden a alguien iniciando un incendio.
Uno de los grandes aprendizajes de los incendios de 2017, fue que tenemos que trabajar las emergencias de manera conjunta para dar una mejor respuesta. Pero, los 3 mil 600 brigadistas y las 60 aeronaves, no alcanzarán si hay personas quemando el país y las condiciones son extremas.
El combate de incendios en Chile, cuesta 220 millones de dólares, un costo altísimo y que podría ser mucho menor, pero depende exclusivamente de nosotros que lo podamos solucionar.