Si en Chile queremos de verdad ser efectivos en el cuidado del patrimonio natural tiene que incorporarse la totalidad del Campo Dunar.

El humedal de Tunquén, su playa y campo dunar, conforman uno de los pocos lugares de la zona central del país que se mantienen prístinos y libres de la intervención humana. Lamentablemente, esta condición está hoy en peligro por parcelaciones que se pretenden instalar en la zona.

Chile está cerca de perder una playa única, dándole un tiro de gracia a la gran biodiversidad que existe en dicho lugar, particularmente endémica, con un valioso corredor biológico de aves migratorias.

Es razonable preguntarse, por tanto, dada las evidentes consecuencias ambientales, por qué existe poca determinación de la institucionalidad chilena para avanzar en una solución con criterios de sostenibilidad.

A pesar del creciente interés por el cuidado de nuestro planeta y del medio ambiente, (in)decisiones e (in)acciones siguen permitiendo su destrucción y degradación. En el caso de Tunquén, la institucionalidad hoy posibilita que su playa esté en manos privadas, pese al discurso público que reiteradamente nos dice, cada verano, que estos lugares son públicos.

Así es como se generan las condiciones para que algunos de sus propietarios quieran beneficiarse económicamente mediante la parcelación y la construcción de segundas viviendas.

La respuesta a esta amenaza ha sido la campaña lanzada por la Fundación Tunquén Sustentable, que pide la aprobación de la incorporación de la totalidad del campo dunar, su ladera sur y toda la extensión de la playa de Tunquén, al actual Santuario de la Naturaleza que protege al humedal desde 2014. En esto, nuestra fundación participa de esta campaña como administrador propuesto para el Santuario.

La demanda ha tenido una fuerte adhesión de las comunidades de Algarrobo, Quintay, El Quisco, El Tabo, Cartagena, Santo Domingo, entre otras, que también han vivido situaciones similares, como ocurre en el pueblo de Quintay con un voraz desarrollo inmobiliario en su zona costera.

La decisión siempre ha estado y estará en manos del Estado de Chile. En un comienzo, la ampliación del santuario fue impulsada por el Gobierno Regional de Valparaíso, gracias al empuje de la sociedad civil, pero hoy no se materializa por las dudas del Ministerio de Medio Ambiente y por la posición de los particulares interesados en invertir en el lugar. No obstante, la cartera tiene las facultades para avanzar mediante el Consejo de Ministros y concretar la intención transversal de proteger el campo dunar y la playa.

La posición del Ministerio y de los propietarios tiene eco también en la inexplicable determinación del Consejo de Monumentos Nacionales, que declaró que el sector sur de la duna no cumple con los requisitos para ser considerado Santuario de la Naturaleza, porque se evidenció un importante deterioro ambiental. Contradictorio, por cierto, ante los antecedentes que conocemos.

Sumemos a esto que se encontraron restos arqueológicos de origen polinésico en el sector La Virgen del campo dunar. Ante este hallazgo, el Consejo respondió que para que el sector sea considerado santuario, debe ser un sitio de interés para el Estado. En buen chileno, la pelota se tira de un lado para otro.

En tiempos que se discute la asimetría de poder en la sociedad chilena, vale la pena poner atención en lo que ocurre en Tunquén. Más aún cuando esto se profundizar por la falta de decisión y la dispersión de las responsabilidades institucionales.