Banderines y calcetas colgantes en la entrada anuncian la fiesta y la alegría. Decenas de niños corren, juegan, cantan y bailan por la Plaza Yungay, espacio donde vecinos y vecinas instalan el escenario con lienzos, globos y micrófonos. A un costado, la joven sonidista mueve las perillas para que los parlantes retumben la voz de la pareja animadora. Un gorro de mago y un traje rojo marcan el atuendo del animador, mientras que el pelo azul de la animadora hace aún más estridente su brillante ropa.
A las 17:00 horas comenzó la música, inicio que estuvo marcado por la participación de niños y adolescentes, quienes con gran desplante en el escenario tomaron el micrófono y cantaron sus canciones preferidas, transformándose en el primer número de la tarde. No solo se llevaron los aplausos del cautivo público, también se llevaron un galardón de reconocimiento por su actuación: un origami de papel hecho por un vecino del barrio.
El bloque infantil terminó con una fotografía de las y los niños con sus origamis, regalo que solo fue concedido a las y los más pequeños. Las actuaciones venideras no recibieron origamis, pero fueron premiados con algo todavía más eterno. A cada artista se le entregó una planta, que tuvo su nacimiento en el Huerto Comunitario generado en los patios de la Casa Memoria, ubicada a un costado de la Plaza Yungay.
El primer artista que recibió su planta fue Cristián González Farfán, artista que vino desde el Cerro Monjas a cantar un tributo a Rolando Alaracón. Cinco canciones bastaron para embarcar el tránsito a la vida y obra del célebre cantautor chileno, que fue contada, entre canción y canción, como parte del número artístico.
Después, fue el turno de salir al escenario de Pía, ex vecina de la Plaza Yungay que nos hizo reir con su stand up comedy sobre su primer aniversario de matrimonio, realizado entre la incertidumbre de la 'pandemia', las cuarentenas, mascarillas y el encierro. Aunque el Covid no fue invitado, aún así se hizo presente, por lo cual se tomaron las medidas sanitarias pertinentes.
Este primer Festival Plaza Yungay se realizó en medio de la 'pandemia' Covid19, la cual ha generado una grave crisis sanitaria y económica, afectando gravemente la salud mental de la población. Ante esta situación la presidenta de la Junta de Vecinos N°68, Susana Yévenes, señala que este tipo de actividades es una forma de distraerse para los niños, jóvenes y personas adultas. “Estas actividades sirven para desestresar a la comunidad, para que no esté encerrada, pensando en toda la situación que estamos viviendo con el Covid”, manifestó la dirigenta vecinal y una de las organizadoras del evento.
Pasar un momento grato fue uno de los objetivos principales de la actividad y por ello el humor se convirtió en un gran invitado, que iluminó la actuación de dos humoristas y una imitación, la cual fue el tercer número presentado, encarnado en el doble de Chayanne, que hizo reir, bailar y cantar al público.
La imitación del portorriqueño fue la antesala de una de las mejores presentaciones de la tarde, a cargo de la transformista Furia de Nilo, vecina del Cerro Yungay y que hizo reir a toda la plaza con sus anécdotas de lo que significa vivir en Valparaíso. Un show muy completo, que contó al inicio con una misteriosa perfomance al ritmo de la cantante Cecilia, para después relatar sus entretenidas hazañas vividas en la ciudad puerto.
El primer Festival Plaza Yungay reunió a diversos artistas. Cantantes, artistas plásticos, actores y humoristas se tomaron el escenario, dando cuenta del amplio espectro de personas que se sintieron llamadas a aportar con la realización de este evento.
Para Dann Espinoza, animador y uno de los organizadores del evento, este festival fue “una muestra de cariño, de amor por la comunidad y para la comunidad”, a lo que agrega que el evento sirvió para que vecinos y vecinas pudiesen expresarse y “para decir nosotros existimos, estamos aquí presente, construimos nuestra historia, mostramos nuestro arte y en base a eso creamos nuestra cultura. Estamos muy felices de poder hacer este festival”, declaró el activista medioambiental.
Las últimas dos presentaciones se centraron en la música. Por un lado Martín López, con su guitarra y su voz melódica, recorrió ritmos suaves como boleros y bossa novas; mientras que el show final estuvo a cargo de Kiltro y Jauría, una banda de cuerdas que le entregó distorsión y energía al encuentro.
El final del bloque musical anunciaba la preparación de la última actividad programada. El movimiento y el baile entran en escena mediante la Zumba. Una decena de mujeres siguen los pasos vertiginosos realizados por la monitora, quien al ritmo de la música lanza enérgicas nuevas maniobras.
El sol ya no está, pero los postes de luz lo reemplazan. A pesar del frío que acompaña a la oscuridad los niños siguen revoloteando por la plaza, sin saber lo que significa el cansancio. Es el momento de explotar todas las ganas encerradas por la pandemia, y eso lo saben, no solo las y los pequeños, sino que también las personas adultas, la juventud, los padres y madres. El encuentro siempre será bienvenido y el reencuentro será la luz que invite a no soltarse, a armarse de valor y recuperar lo que siempre fue nuestro.