Recientemente el Gobierno Regional de Valparaíso anunció un plan de recuperación para las zonas afectadas por el mega incendio de febrero abordando 5 ámbitos esenciales: Psicosocial, reactivación productiva, equipamiento e infraestructura, restauración ecológica, y prevención. A más de un mes de esta catástrofe, se hace evidente que el proceso será largo y deberá abordar diferentes frentes.
Si bien la reconstrucción y la ayuda a los damnificados debe ser una prioridad, también se deben tener en cuenta los importantes daños medio ambientales generados por el fuego, ya que estos pueden tardar décadas en remediarse y derivar en otras consecuencias negativas para las personas y la naturaleza.
Eduardo Meirone, docente de la Escuela de Agronomía de la Universidad Santo Tomás, advierte sobre los desafíos que enfrenta la recuperación de los suelos afectados por el incendio. "La materia orgánica del suelo, vital para su fertilidad y salud, se ha visto severamente afectada por la carbonización", explica. "Esto, sumado a la erosión eólica e hídrica que se producirá en los suelos ahora desprovistos de vegetación, representa una grave amenaza para la recuperación del ecosistema".
Daños y consecuencias
El incendio en la región de Valparaíso dejo daños casi irreparables en los suelos por la gran pérdida de flora y fauna de la zona. “Tan solo en el Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar se perdieron más de 1300 especies de 32 colecciones botánicas que incluían planta chilenas y exóticas”, señala Meirone.
Pero los daños no solo ocurren en la superficie. Los incendios provocan alteraciones significativas en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, lo que podría desencadenar pérdidas adicionales debido a la erosión y la disminución de la actividad biológica.
De acuerdo con el especialista, un incendio leve o de baja intensidad consume la cubierta vegetal, generando la carbonización de unos pocos milímetros de suelo. Mientras que un de alta severidad destruye toda la vegetación y se carboniza la materia orgánica hasta varios centímetros de profundidad. “Esto causa que las propiedades del suelo se vean afectadas negativamente, provocando, en un futuro muy próximo, pérdidas de suelo por erosión eólica e hídrica,” explica.
Las consecuencias de los incendios severos pueden ser diversas. Por ejemplo, se produce una disminución de la actividad biológica, la pérdida de los bancos de semilla que se depositan naturalmente en el suelo y se favorece el escurrimiento superficial producto de las cenizas que forman una capa impermeable, aumentando la erosión y la posibilidad de aludes de barro. En ese sentido, el especialista de la Universidad Santo Tomás advierte que es urgente comenzar la rehabilitación de los suelos afectados antes del invierno.
El proceso de recuperación
En cuanto al proceso de recuperación del suelo, Meirone explica que se divide en dos etapas: la rehabilitación, que puede tomar de 1 a 3 años e implica la incorporación de materia y la cobertura con restos vegetales para prevenir la erosión; y la restauración, un proceso más complejo que podría extenderse hasta 50 años o más.
Este último proceso puede ser activo o pasivo y, de acuerdo con el académico UST es de suma importancia realizar una planificación previa en función de la severidad del incendio y los recursos disponibles.
La restauración pasiva tiene una mínima intervención humana y se deja actuar a la naturaleza a través de sucesiones naturales de especies. Esta puede demorar entre 5 a 50 años o más. La restauración activa tiene un manejo antrópico intenso y se realiza a través de siembras, plantaciones o una mezcla de ambas. Demora menos tiempo, pero requiere de una fuerte inversión para la compra de plantas y semillas.
A pesar de los enormes desafíos, aún existen esperanzas en la resistencia de ciertas especies y en los esfuerzos de reproducción en viveros. Sin embargo, queda claro que la recuperación completa requerirá un esfuerzo coordinado y sostenido a lo largo del tiempo.